A lo largo de 2021, la República de China (Taiwán) se ha incorporado con fuerza a la agenda global. En ello han influido varias razones. A su gestión de la pandemia, ya valorada positivamente desde su inicio, se ha unido su crucial papel en el suministro global de los semiconductores resaltando la importancia de la isla para la economía internacional. Por otra parte, el agravamiento de las tensiones entre China y EEUU ha tenido en la vieja Formosa un referente esencial, planteado además de en términos estratégicos, también ideológicos: la democracia frente a la autocracia, atrayendo la solidaridad de países “de ideas afines”. Todo ello le ha conferido a Taipéi un protagonismo y una relevancia que le ha abstraído del tradicional ostracismo en que se hallaba en el sistema internacional. En este contexto, las relaciones a través del Estrecho han empeorado singularmente sin que se auguren expectativas de mejora a corto plazo.

  1. El antídoto democrático
  2. Una democracia vibrante
  3. El KMT no remonta
  4. Una economía que aspira a más integración
  5. Vacunas propias contra la pandemia
  6. Un Estrecho que se agranda
  7. Una diplomacia de creciente impacto
  8. Los “valores afines” como nuevo aglutinante
  9. La inflexión lituana
  10. Los riesgos de seguridad